Los mensajes que recibimos en nuestros teléfonos móviles siguen, en gran medida, un mismo patrón: el autor se identifica como personal sanitario o afirma tener una conexión con alguien que trabaja en un hospital o una clínica —una tía, un vecino, el primo de un amigo— que revela, sin previo aviso, una nueva medida o situación provocada por el coronavirus. Una advertencia que incita a la acción o genera inquietud entre los receptores. A menudo, contienen súplicas para que sean reenviados a otros. Y la mayor parte de ellos son falsos. Con información de El Confidencial.
En la era digital, las crisis llegan acompañadas de las llamadas “infodemias”. Las noticias nos llegan por decenas, por cientos. En distintos formatos y diferentes soportes. Textos, vídeos, imágenes… Si siempre es aconsejable discriminar y someter a juicio crítico lo que vemos, escuchamos y leemos, en esta ocasión resulta todavía más importante.
Los consejos y las precauciones para tratar de impedir el contagio del COVID-19 se suceden, unas medidas de prevención que conviene practicar también para luchar contra la desinformación. Ir más allá del titular o la imagen, contrastar la autoridad de las fuentes que se citan, verificar la fecha de los sucesos o profundizar en los datos que se mencionan son algunos de los pasos que debemos seguir para identificar la veracidad de las noticias.
Desde hace unas semanas los medios de comunicación desempeñan una función esencial. Se han convertido en una ventana de conexión con el mundo durante el confinamiento. Ejercen de correa de transmisión y constatan que #seguimosconectados. Por eso es tan necesario extremar la cautela. Ahora más que nunca estar bien informados es crucial.