La hiperinflación pulveriza el dinero en Venezuela y los pobres son los que más sufren por la falta de efectivo

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Foto Cortesía - Carlos García Rawlins (Reuters/Archivo)

La escasez de efectivo creó dos realidades en Venezuela. Por un lado, la de quienes no necesitan los billetes de la moribunda moneda nacional, devaluada por demás. Por el otro, la de los pobres, que buscan ese papel con desespero porque es la única forma que tienen para pagar el transporte público o comprar en el comercio informal. Así lo reseña un reportaje de Víctor Salmerón para Univisión.

La hiperinflación incrementa la dependencia al régimen chavista

Los precios aumentan a una velocidad meteórica y se requiere una cantidad exorbitante de billetes para las transacciones diarias. La consecuencia: para los más pobres, son largas colas en las agencias bancarias y racionamiento en el retiro de billetes; para la capa de más ingresos, todo se resume en el uso del dólar y del dinero electrónico.

El pasado 8 de marzo el gobierno intentó corregir el desequilibrio emitiendo tres nuevos billetes de 200.000, de 500.000 y un millón de bolívares, pero el desajuste económico sigue intacto.

El billete de un millón de bolívares, el de mayor denominación, actualmente equivale a tan solo 32 centavos de dólar: para comprar un kilo de café y un kilo de carne se necesitan 36 de estos billetes.

Si bien en muchos casos es posible comprar alimentos y pagar con tarjetas de débito, en el transporte público no hay más opción que el efectivo. Marta González vive en el barrio Las Minitas en Caracas, trabaja limpiando apartamentos y explica que “el pasaje es una mortificación”.

La banca aplica un anárquico racionamiento de efectivo dependiendo de la cantidad de billetes que disponga. La última semana de mayo, por ejemplo, el Banco de Venezuela, la principal entidad financiera del Estado, permitía retirar hasta 10 millones de bolívares en cada agencia —unos 3.2 dólares— pero en bancos privados otorgaban la mitad.

“Para ir y volver de trabajar utilizo cuatro buses y cada uno me cobra 600.000 bolívares. Dejo de trabajar un día de la semana y camino cincuenta minutos hasta el centro comercial más cercano, allí hago una hora de cola en la agencia del banco. Luego camino unos veinte minutos hasta otra agencia y hago otra cola. Así obtengo el efectivo para el pasaje”, dice Marta González.

La casa que se quedó sin monedas ni billetes

Cobra el equivalente a diez dólares por cada día de trabajo. “Si pudiera trabajara los cinco días de la semana, pero tengo que perder un día para buscar efectivo”, explica.

Con este contexto, te mostramos cuántos billetes necesita una persona como Marta González para hacer un mercado en bolívares soberanos en Venezuela. Los datos son de finales de mayo:

– Para comprar un kilo de harina PAN para las arepas: Precio=3.300.000 bolívares (1,05$), se nesecitan tres billetes de un millón de bolívares, más un billete de 200.000 y dos de 50.000.

– Para comprare un kilo de café molido: Precio=18.800.000 bolívares (6$), se necesitan 18 billetes de un millón y cuatro de 200.000.

– Para comprar un kilo de carne: Precio=17.600.000 bolívares (5,6$), se necesitan 17 billetes de un millón y tres billetes de 200.000.

– Para comprar un kilo de queso blanco: Precio=7.000.000 bolívares (2,26$), se necesitan siete billetes de un millón.

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– Para comprar un kilo de arroz: Precio=3.400.000 bolívares (1$), se necesitan tres billetes de un millón y dos de 200.000.

– Para comprar un kilo de azúcar: Precio=3.100.000 bolívares (1$), se necesitan tres billetes de un millón y dos billetes de 50.000.

– Para comprar un litro de aceite de maíz: Precio=13.200.000 bolívares (4,26$), se necesitan trece billetes de un millón y uno de 200.000.

– Para comprar un cartón de 30 huevos: Precio=9.600.000 bolívares (3,1$), se necesitan nueve billetes de un millón.

Sin cajeros automáticos

Inmersos en una economía que acumula siete años consecutivos en recesión y tres años en hiperinflación, los bancos reducen costos, entre otras cosas, cerrando agencias y disminuyendo el número de cajeros automáticos.

Entre marzo de 2016 y marzo de este año, la red de cajeros automáticos se redujo 75%, desde 11,290 hasta 2,775 y la mayoría no tiene billetes o están dañados por el uso excesivo.

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Para combatir al coronavirus, el gobierno de Nicolás Maduro aplica un sistema donde una semana es de flexibilidad y otra es de “cuarentena radical”. En la semana de cuarentena radical solo trabajan las actividades relacionadas con salud y alimentación. Por lo tanto, los bancos cierran sus agencias y los cajeros automáticos son prácticamente inexistentes.

Marta González, al igual que otros trabajadores de Las Minitas, un barrio pobre del este de la capital, ahorra algo de efectivo para cuando hay cuarentena radical y vive de la venta de cigarrillos. “Yo no me puedo quedar en mi casa una semana. En el barrio vendo cigarrillos detallados y así obtengo algo más de efectivo, yo tengo que trabajar como sea”.

Escasez de dólares

El colapso de la moneda estimula el uso del dólar. Como continuamente el bolívar pierde valor, todos los precios están en dólares, sean de alimentos, consultas médicas, el menú de los restaurantes o la reparación de un vehículo.

Por ejemplo, un kilo de harina de maíz cuesta un dólar y puede pagarse con dólares o con su equivalente en bolívares al tipo de cambio del día.

Además, ha aumentado el número de empresas que pagan bonos en dólares a los trabajadores para complementar el salario, los bancos abren cuentas en divisas y los comercios reciben dólares preferentemente.

De acuerdo con la firma de análisis económico Ecoanalítica, en marzo de este año circulaban por la economía venezolana 2.500 millones de dólares en efectivo, provenientes de distintas fuentes: venezolanos con divisas en el exterior que viajan y traen efectivo, empresas privadas que exportan, dólares que el Banco Central vende a través de las mesas de cambio, pero también por actividades ilegales como tráfico de drogas y corrupción.

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En el estrato de menos ingresos es imposible desentenderse del bolívar. Eduardo Morales trabaja como obrero de la construcción y la empresa le paga el salario mínimo oficial, que equivale a dos dólares mensuales y un bono de 40 dólares semanales que le entrega en efectivo.

El bono suele recibirlo en billetes de 20 dólares que tiene que cambiar a bolívares para pagar el transporte público y comprar alimentos. Como la dolarización se da de facto, no se trata de un proceso oficial, hay muy pocos billetes de uno, cinco o diez dólares.

Ecoanalítica proyecta que entre piezas de 20 y 100 se concentra 70% de los billetes de dólares en efectivo.

“Si no cambio los dólares a bolívares no puedo pagar el transporte y si voy con un billete de 20 dólares al supermercado me obligan a gastarlo todo porque no tienen como darme el vuelto. Por eso tengo que cambiar el bono a bolívares”, dice Eduardo Morales.

Casas de cambio en plena calle

Eduardo Morales vive en Petare, un gigantesco barrio pobre de Caracas y que es una muestra viva de la penetración del dólar. A pocas cuadras de donde salen y llegan los buses, seis jóvenes vociferan “compro dólares” y cargan bolsas repletas de bolívares.

El circuito es simple: los choferes de los buses se quedan al final de la semana con una cantidad de bolívares en efectivo que les resulta excesiva, saben que pronto perderán valor y al cabo de unas semanas les servirán muy poco para comprar un caucho o una batería.

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La solución, en un estrato de la economía donde predomina la informalidad y no hay bancos de por medio, es que contratan jóvenes para que les compren los dólares a trabajadores como Eduardo Morales que necesitan cambiarlos.

Un estudio de la firma Datanálisis indica que 39% de los venezolanos afirma que en el último mes realizó alguna transacción de compra y venta de divisas.

La burbuja

Para las familias de mayores ingresos y la clase media alta, el uso de efectivo, en dólares o en bolívares, es una rareza. El dinero depositado en cuentas en bancos del exterior se utiliza a través de tarjetas de crédito o Zelle, un sistema de pago electrónico con sede en Estados Unidos. Así, los bolívares fluyen a través de transferencias y tarjetas de débito.

Supermercados, tiendas de ropa, carnicerías, consultorios médicos y clínicas tienen en sus cajas registradoras el logo de Zelle, como señal de que aceptan este mecanismo que funciona a través de una aplicación telefónica o páginas web y transfiere dólares entre cuentas en bancos de Estados Unidos.

Santiago Belmonte es ingeniero de sistemas y trabaja para distintas empresas en Caracas y en el exterior. Explica que “con el Zelle hago las compras en el supermercado, pago el colegio de mi hija y en los restaurantes”.

“Tengo una cuenta en bolívares que uso a través de tarjetas de débito, principalmente para pagar la gasolina de la camioneta. No conozco los nuevos billetes, el bolívar vale muy poco y obtener efectivo es muy complicado, afortunadamente no lo necesito”, añade.

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De acuerdo con Ecoanalítica en marzo de este año 67% de los pagos de alimentos, artículos de higiene personal y servicios de salud, entre otros, se realizan en divisas. De las transacciones en dólares 17% fluye a través de Zelle.

Mar de fondo

Técnicamente Venezuela ingresó al túnel de la hiperinflación en diciembre de 2017. Para diagnosticar esta enfermedad la mayoría de los economistas emplea la definición que en 1956 estableció Phillip Cagan: un país sufre hiperinflación cuando la inflación alcanza 50% en un mes y culmina cuando en un período de doce meses no ha habido otro mes de 50%.

Tras no ahorrar durante el período de altos precios del petróleo, endeudarse masivamente, no realizar las inversiones necesarias para mantener la producción petrolera y caer en una profunda recesión que merma la recaudación de impuestos, el gobierno se quedó sin recursos para cubrir el gasto y recurrió a la creación de dinero.

La economía es un juego de contrapesos y la inyección de dinero dinamitó el equilibrio entre la oferta y la demanda. De acuerdo con el Banco Central, en 2020 la inflación en Venezuela fue de 2,959% y en los primeros cuatro meses de este año acumula un salto de 183,8%.

El aumento de la cantidad de bolívares en la economía alcanzó dimensiones complicadas para la lectura. En la tercera semana de mayo, la liquidez, una medida de todo el dinero, superó la barrera del billardo. Un billardo es uno con quince ceros y equivale a mil billones.

“Por primera vez vemos un billardo como unidad monetaria”, dice el analista financiero Leonardo Buniak y agrega que al cierre de este año la liquidez superará los cinco billardos.

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El plan digital

Consciente de que la crisis del efectivo está viva a pesar de la emisión de los nuevos billetes, el gobierno quiere disminuir el uso del efectivo y ampliar los medios de pago digitales, en especial en el transporte público. El 26 de febrero pasado, Nicolás Maduro señaló que “tenemos una sorpresa: el bolívar digital. Ya daremos más detalles de eso”.

La idea es crear un sistema con tarjetas prepagadas que los usuarios del transporte público podrán comprar y recargar mediante pago móvil, tarjeta de débito en los puntos de venta o transferencia bancaria. Las autoridades del Banco Central les solicitaron a las entidades financieras privadas un plan en este sentido.

La posición de la banca es que existen limitaciones importantes: deficiente servicio de internet, constantes fallas en el sistema eléctrico, población no bancarizada en una magnitud relevante y atraso tecnológico por años de poca inversión en el sistema financiero.

Nueva reconversión

Convencido de que la economía había ingresado en un ciclo virtuoso, en una nueva etapa que necesitaba un símbolo suficientemente representativo, en enero de 2008 el directorio del Banco Central puso en circulación el “bolívar fuerte”, restándole tres ceros a los billetes, monedas y todos los precios de la economía.

Pero la economía tomó un camino muy distinto al señalado aquel día y el bolívar fuerte sucumbió a manos de la inflación. Ante la muerte de la moneda, la noche del 17 de agosto de 2018 Nicolás Maduro lanzó el bolívar soberano, restando otros cinco ceros.

El bolívar soberano se ha hundido velozmente y la disparada de los precios hace que los equipos informáticos en las empresas y los bancos, así como los puntos de venta en el comercio, tengan severos problemas para procesar cifras con una larga fila de ceros a la derecha.

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Los bancos ya han sido notificados de una nueva resta de ceros a fin de evitar el colapso de las transacciones y los sistemas.

Si los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro no hubiesen restado ocho ceros a la moneda, el billete de un millón de bolívares que comenzó a circular en marzo sería de 100.000.000.000.000, es decir, cien billones de bolívares que prácticamente no valen nada y no alcanzan para comprar ni un kilo de arroz.

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