Análisis: Un diplomático lavado de rostro

El servicio exterior de Nicolás Maduro conserva una capacidad de influencia que no hay que perder de vista, a pesar de su creciente acorralamiento. La obtención de un puesto para su gobierno en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU le ayudó a reivindicar un triunfo en un área en la que tiene muy poco para presentar.

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Foto Cortesía - Connectas

Aplicación de corriente eléctrica, asfixia con bolsas de plástico, simulacros de ahogamientos, palizas, violencias sexuales, privación de agua y comida, posturas forzadas y exposición a temperaturas extremas, fueron algunas de las torturas que Michelle Bachelet, Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, documentó junto con su equipo sobre los casos de 135 personas que fueron detenidas arbitrariamente en Venezuela entre 2014 y 2018 durante el régimen de Nicolás Maduro. Así lo reseña un reportaje del periodista David González para Connectas.

Informe de la Oficina de la ONU para los DDHH sobre Venezuela

Las evidencias la convencieron de que la mayoría fue sometida con impunidad a esas modalidades de tortura y tratos crueles, degradantes e inhumanos por parte de las fuerzas de seguridad y así lo plasmó en el informe sobre la situación de los derechos humanos en Venezuela que publicó en julio.

El documento, de 18 páginas, presentó un inventario de conclusiones desfavorables en un amplio abanico de temas, luego de una investigación que incluyó 558 entrevistas con fuentes relevantes y 159 reuniones, incluidos agentes estatales. El informe explotó como una bomba diplomática que llevó los cuestionamientos internacionales contra Maduro a un clímax ante la constatación de un panorama sombrío de derechos humanos por parte de una comisionada ajena a sospechas de sesgos ideológicos.

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Tres meses después de la publicación del informe, la Cancillería del gobernante venezolano obtuvo el apoyo de 105 gobiernos para lograr una silla en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU para el período 2020 al 2023. Maduro y sus colaboradores en política exterior, que antes habían acusado de mentirosa a Bachelet, ahora festejaron con ruido.

El resultado no supuso la emisión de un certificado de buena conducta en derechos humanos para un alumno destacado de la clase, pero sí permitió a Maduro reivindicar discursivamente un triunfo en un área en la que sus argumentos de defensa cada vez parecen más desmantelados. La elección además reflejó las capacidades que conserva el gobernante para reunir apoyos, al punto de sorprender a quienes le consideran totalmente aislado en el plano internacional, donde potencias como Estados Unidos y la Unión Europea, junto con una mayoría de países de América Latina, no lo reconocen como presidente e incluso muchos lo catalogan como un dictador insensible al sufrimiento de su país.

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