Francisco, el Papa reformista que intentó salvar las finanzas del Vaticano hasta el final

El papa Francisco dedicó sus últimos años a intentar sanear las finanzas del Vaticano, impulsando recortes, austeridad y reformas estructurales para reducir un déficit acumulado de 444 millones de euros, pero dejó a su sucesor el desafío de enfrentar una crisis aún abierta

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Papa Francisco / foto

El próximo Papa, que será elegido en el Cónclave del 7 de mayo en la Capilla Sixtina, no solo tendrá la misión de guiar espiritualmente a más de mil millones de católicos en todo el mundo, sino también de enfrentar una de las crisis más graves que heredará de su predecesor: las delicadas finanzas del Vaticano. El papa Francisco, hasta sus últimos días, intentó corregir un déficit que en 2023 alcanzó los 83 millones de euros, cincuenta millones más que el año anterior, acumulando un agujero financiero de 444 millones de euros desde 2014.

Francisco no fue indiferente a este colapso. Durante su pontificado, aplicó medidas históricas para corregir las cuentas de la Curia Romana. Redujo tres veces los salarios de cardenales, impulsó la transparencia contable, pidió austeridad a todos los departamentos y exigió priorizar gastos vinculados a la misión religiosa. En una carta dirigida al Colegio Cardenalicio en septiembre pasado, hizo un llamado a la responsabilidad común: “Cada institución debe esforzarse por encontrar recursos externos para su misión. A las que registren superávit, les pido que contribuyan a cubrir el déficit general, siguiendo el modelo de solidaridad de las buenas familias”, escribió.

El papa argentino también promovió una agenda de “déficit cero”, rechazando los presupuestos de 2025 presentados por los departamentos vaticanos y empujando a los líderes a tomar medidas difíciles. Sin embargo, estas decisiones provocaron resistencias internas, incluyendo de cardenales de alto rango que, según Reuters, expresaron en reuniones a puerta cerrada su oposición a los recortes y a la búsqueda de financiamiento externo.

Francisco entendía bien la fragilidad de las cuentas. Las donaciones se habían mantenido estables en unos 45 millones de euros al año, pero los ingresos de los Museos Vaticanos, una de las principales fuentes de recursos, sufrieron un golpe durante la pandemia. Además, la histórica reserva del Óbolo de San Pedro se encuentra casi agotada, y el déficit del fondo de pensiones asciende ya a 631 millones de euros, una cifra que seguramente ha crecido.

Cardenal Becciu, condenado por malversación, renuncia a participar en el Cónclave

Para enfrentar este reto, Francisco nombró al cardenal Kevin Farrell como administrador único del fondo de pensiones y buscó modernizar la gestión del patrimonio inmobiliario del Vaticano, valorado en más de 3.800 millones de euros, priorizando el alquiler eficiente de propiedades. También vislumbró el Jubileo de 2025, que se espera atraiga a 32 millones de peregrinos a Roma, como una oportunidad para oxigenar las cuentas.

A pesar de sus esfuerzos, el Papa reformista no pudo evitar la resistencia de algunos sectores de la Curia ni el desgaste por los escándalos de corrupción, como el caso del cardenal Angelo Becciu, condenado en 2023 por malversación de fondos y que renunció a participar en el próximo Cónclave. Antes de morir, Francisco dejó claras sus prioridades: recortar gastos, buscar nuevos ingresos y preservar la misión espiritual de la Iglesia por encima de todo.

El próximo pontífice tendrá ahora la responsabilidad de continuar el camino trazado por Francisco, enfrentando decisiones impopulares pero urgentes para garantizar no solo la estabilidad financiera de la Santa Sede, sino también su credibilidad ante el mundo.

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