La Ruta del Hambre: Un recorrido por la inseguridad alimentaria en Venezuela

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Foto Cortesía - Yovany Ramírez y Aixtza Pérez (La Vida de Nos)

Rolando Sosa heredó de su padre el Fundo San Luis, ubicado en Calabozo, estado Guárico, en los Llanos venezolanos. En 200 hectáreas sembraba pasto, maíz y criaba reses. En diciembre de 2008, unas personas entraron a la finca argumentando que esas eran unas tierras ociosas, y que estaban dispuestas a aprovecharlas. Así lo reseña un reportaje de La Vida de Nos.

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Rolando Sosa se encontraba frente a su casa, en el Fundo San Luis, rodeado de varios de sus trabajadores. Les indicaba las tareas del día, como hacía cada mañana antes de comenzar la jornada. Entonces de entre los pastizales salió otro de los trabajadores.

—¡Patrón, nos invadieron la finca! —gritó. 

El hombre jadeaba, estaba sudando. Con la respiración entrecortada, continuó gritando: 

—Hay una gente que se metió por la parte de atrás de los terrenos. Yo mismo los acabo de ver porque estaba dando una vuelta al ganado que está pastando en esa zona.

A todos se les desencajó el rostro. Rolando se quedó en blanco. Después sintió ira e impotencia. Movido por esos sentimientos, su primer impulso fue ir hasta el lugar, confrontar a aquella gente y sacarla de las tierras. Esas tierras que eran el sustento de su familia y de las familias de sus empleados. 

Pero se contuvo. Trató de serenarse. Pensó que acudir a la violencia podía ser peor. Era el 3 de diciembre de 2008. Rolando sabía que el gobierno de Hugo Chávez apoyaba —y hasta aupaba— a grupos que tomaban acciones como esta. Así que sería mejor buscar mecanismos legales para que los invasores desalojaran sus tierras.

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El Fundo San Luis está en Calabozo, un pueblo del estado Guárico, en los Llanos venezolanos. La propiedad de 200 hectáreas es un bien familiar que Rolo —como cariñosamente llaman a Rolando sus allegados— heredó de su papá en la década de los 80. Esas tierras significaban para él toda una vida dedicada al trabajo en el campo. Allí creció viendo a su padre sembrar, pastorear terneras y producir alimentos no solo para la familia sino para otros.

Desde que las heredó, Rolo se dedicaba a la cría de ganado, y a la siembra de pasto y maíz. Era un trabajo que disfrutaba. Allí, en esos linderos, construyó su hogar. A la casa de la finca se mudó con su esposa Jeanette y los dos hijos mayores cuando aún estaban pequeños. Allí nació la hija menor. Luego de la invasión, aquel diciembre de 2008 no llegó la alegría típica de la época navideña. 

Fueron nueve las personas que ocuparon 100 hectáreas del terreno. Cortaron el alambre de la cerca y se metieron a trabajar con un tractor. Alegaban que esas eran unas tierras ociosas, improductivas, y que las reclamaban para hacer uso provechoso de ellas.

Rolo buscó ayuda. Primero acudió a Poliguárico, donde formuló una denuncia. Consigo llevó los documentos de titularidad de la finca, en los que quedaba claro que era una herencia. Pensó que demostrar a las autoridades que mantenía la finca productiva les sería sencillo: bastaba con que se pasaran por allí.

Días después, fueron citados él y los invasores. Los funcionarios dejaron claro que la ocupación de propiedad privada era un delito establecido en el Código Penal venezolano y que podía castigarse con cárcel. Los invasores aceptaron abandonar los terrenos de Rolo y firmaron una caución, en la que se comprometían a respetar los linderos del fundo. 

Desde ese día, se instalaron en una carpa junto a la cerca, en la parte exterior. Como habían denunciado ante el Instituto Nacional de Tierras (INTI) que la propiedad estaba improductiva, en ese lugar esperarían por el dictamen del organismo del Estado.

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Y así pasó el tiempo. Hasta que el 2 de octubre de 2009, llegó a la finca una comisión presidida por William Lara, entonces gobernador del estado Guárico. Mientras se iban bajando de camionetas estacionadas frente a la casa, Rolo contó al menos 20 personas. Algunos de los vehículos tenían rótulos de organismos del Estado. Con Lara venían Porfirio Fajardo, alcalde del municipio Miranda, del que forma parte Calabozo; Jorge Sánchez, director de la oficina estadal del Ministerio para la Agricultura y Tierras; Luis Carrizales, asesor legal de ese ministerio; Jesús Cepeda Villavicencio, quien luego sería diputado electo del estado Guárico por el oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela; José Bolaño, coordinador nacional del frente Ezequiel Zamora; Fernando Colmenares, coordinador regional del INTI; y Ramón Barreto, diputado al consejo legislativo del estado. También venía el equipo de prensa de la gobernación.

Todos vestían franelas rojas. 

Estaban allí para notificarles a los dueños del Fundo San Luis que, a partir de ese instante, sus tierras pasaban a manos del Estado.

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