Ibéyise Pacheco: las bandas criminales tienen el control

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Ibéyise Pacheco

No existe un venezolano que no conozca las galletas María. Es un clásico hasta más allá de nuestro país. Y la fábrica Puig es el esfuerzo familiar de varias generaciones que durante 108 años han mantenido casi 40 productos en el mercado. Ahora, esa fábrica ha sido devastada por un incendio provocado por la banda delictiva más poderosa en Venezuela y sus alrededores: el Tren de Aragua.

¿Por qué nos va a sorprender que en Venezuela esto suceda si estamos en una dictadura que se sostiene sobre una corporación criminal? El suceso coincidió con una declaración de Iris Varela, ministra de Prisiones, dirigiéndose a Estados Unidos: “Si nos amenazan con 5.000 marines, nosotros tenemos 45.000 presos”. Como dijo Laureano Márquez: demencial.

El incendio contra la fábrica Puig fue una represalia del Tren de Aragua cuando los responsables de la empresa –hartos de la extorsión– se negaron a seguir pagando “vacuna”, condición obligatoria para poder operar. El pago exigido es semanal y en dólares. Los delincuentes esperaron la oscuridad de la noche para ingresar a la fábrica, someter al encargado de seguridad a quien le dispararon y luego incendiaron las paletas donde se almacena la mercancía para su posterior traslado. El fuego se propagó por todo el galpón. Para prolongar la tragedia, los bomberos no tuvieron acceso al lugar porque en la ruta había un enfrentamiento entre delincuentes y funcionarios de seguridad de la zona.

El Tren de Aragua es considerada una mega banda cuya existencia ha sido ampliamente denunciada. La única explicación para qu se haya mantenido y consolidado, es su asociación con el régimen que la ha utilizado para operaciones sucias que le interesan a la dictadura, como esas que Iris Varela tiene en mente.

La banda criminal ha cometido secuestros, extorsiones, homicidios, robo y hurto de vehículos en por lo menos seis estados del país. Comenzó en la zona central pero ha extendido sus actividades a la minería en el estado Bolívar y al tráfico de drogas en estados fronterizos. Recientes detenciones comprobaron que está operando en Perú y Colombia. Su líder, Héctor Guerrero Flores, “el niño Guerrero”, es un “pran” que está preso en la cárcel de Tocorón, en medio de privilegios que le permiten coordinar con comodidad todas las fechorías de la banda.

Nada difícil imaginar la indignación que siente cada honesto empresario al ver que su patrimonio está financiando a una banda de criminales. La familia Puig dijo un día: “No más”. Y le quemaron su fábrica. Con ello hirieron a Venezuela.

Juan Puig Canals, de origen catalán, fue el primero de la familia en llegar a Venezuela. Tenía 26 años y venía de México donde había intentado la producción artesanal de sus galletas pero no le fue bien. Casado con una puertorriqueña recaló en nuestro país. La empresa se activó en 1911, en la celebración de los cien años de la independencia. Era la época en que el panadero anunciaba su llegada casa por casa. La fábrica arrancó con 39 productos que eran distribuidos primero en carretas de tracción animal y luego en relucientes camiones que llevaban el eslogan: “Para estómagos delicados, galletas de soda”.

En todos estos años la reina de los productos han sido las galletas María. Su origen es literalmente monárquico. Cuentan los cronistas que comenzó como un regalo de bodas del repostero Peek Freans a la duquesa María Alexandrova de Rusia cuando se casó en 1874 con el duque de Edimburgo Alfredo de Sajonia. Fue un postre hecho con base de galletas y con pudín de chocolate o vainilla, colocados luego en la nevera para darle consistencia. Con esa receta bajo el brazo, la familia Puig hizo de las galletas María, la merienda perfecta.

Ya en los ’70 la empresa se había modernizado e incrementado su producción. Las galletas Puig fueron producto de exportación para Estados Unidos, Colombia, Panamá, República Dominicana y Líbano.

A lo largo de estos 20 años de la tragedia que ha azotado Venezuela siguieron operando a pesar de las inmensas dificultades, como le sucede a todo aquel que se quiere ganar su dinero trabajando con honestidad. En Venezuela ser honesto se está pagando hasta con la vida. El régimen se sostiene sobre el escenario criminal. Nada es decente en ellos, nada es legal.

El mecanismo de la corporación criminal está fagocitando a nuestro país. Es la barbarie, tenemos que detenerlos.

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