Río de Janeiro amaneció esta semana bajo el estruendo de una de las operaciones policiales más sangrientas de su historia. Más de 2.500 agentes, apoyados por helicópteros, vehículos blindados y drones, irrumpieron en la Sierra de la Misericordia, un área selvática entre las favelas de Penha y Alemão, conocida por ser corredor del Comando Vermelho, la organización criminal más poderosa de Brasil. Con información de El País.
La llamada “Operación Contención” dejó al menos 121 muertos, entre ellos cuatro policías, y 113 detenidos, además de 93 fusiles incautados. Según las autoridades, la mayoría de las víctimas fatales eran miembros de bandas criminales. Sin embargo, la magnitud del operativo y la ferocidad del fuego cruzado han provocado una ola de indignación dentro y fuera del país.
Los enfrentamientos comenzaron antes del amanecer, cuando las fuerzas especiales cercaron la montaña. Vecinos de las favelas cercanas describieron un infierno de disparos, explosiones y cuerpos en las calles. “No sabíamos si eran delincuentes o policías los que morían, sólo escuchábamos ráfagas sin parar”, relató una mujer desde Penha.
El Comando Vermelho, surgido en las cárceles de Río durante la dictadura militar, ha extendido su poder por todo Brasil y controla rutas de tráfico de armas y drogas que se conectan incluso con la Amazonía. Para las autoridades, la emboscada en la Sierra fue un golpe estratégico contra la estructura armada del grupo. Pero organizaciones sociales advierten que lo ocurrido repite el mismo patrón de siempre: barrios pobres, cuerpos negros, impunidad y silencio institucional.
De acuerdo con cifras oficiales, solo en 2024 más de 6.200 personas murieron baleadas por la policía en Río, un promedio de 17 por día. El Tribunal Supremo de Brasil ha ordenado limitar las operaciones en favelas, pero la medida rara vez se cumple. Pese a la brutalidad del operativo, el gobernador Cláudio Castro lo calificó de “éxito”, mientras prometía continuar “la guerra contra el narcoterrorismo”.
Las escenas posteriores revelan el costo humano: cadáveres mutilados, una granada sin detonar junto a un cuerpo y casas destruidas. “Llevo 38 años viviendo aquí y nada cambia. Queremos paz”, dijo otra vecina entre el humo y el miedo.
Lo ocurrido en la Sierra de la Misericordia reabre un debate de fondo: ¿hasta dónde puede llegar el Estado en nombre de la seguridad? La frontera entre justicia y venganza se desdibuja cada vez más en una ciudad que, desde hace décadas, convive con la violencia como norma.











