Los tecnoautoritarios: el nuevo poder que amenaza a la democracia global

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Imagen realizada con IA

Un nuevo tipo de golpe de Estado se está gestando, silencioso pero implacable, impulsado no por ejércitos ni partidos, sino por corporaciones tecnológicas que concentran el poder de los datos, la inteligencia artificial y la infraestructura digital. Así lo advierte la experta Francesca Bria en La Vanguardia, al denunciar cómo el modelo de Silicon Valley ha pasado de fabricar aplicaciones para el ciudadano a construir imperios privados que controlan la información, la seguridad y la soberanía de los Estados.

Figuras como Peter Thiel, Elon Musk y Marc Andreessen lideran esta red de poder que opera desde empresas como Palantir, Anduril, Founders Fund y SpaceX, todas con estrechos vínculos con el aparato de defensa y seguridad de Estados Unidos. Según Bria, estas compañías ya no solo proveen tecnología: sustituyen funciones del Estado, diseñan políticas públicas desde algoritmos y condicionan la arquitectura misma de la democracia.

El fenómeno no se limita a América. Europa, en nombre de la soberanía digital, está firmando contratos con los mismos gigantes que privatizaron la soberanía estadounidense. Desde la defensa hasta la inteligencia artificial, los gobiernos europeos están delegando funciones críticas a plataformas tecnológicas cuyos intereses responden más a los inversores que a los ciudadanos.

La autora advierte que este proceso marca un cambio estructural: los Estados han dejado de servir a la ciudadanía para servir a los accionistas. La legitimidad política se desplaza hacia la eficiencia tecnológica, y el voto ciudadano es reemplazado por el poder de los algoritmos. Los nuevos imperios digitales —respaldados por el capital de riesgo y la ideología libertaria de Silicon Valley— no necesitan convencer al votante ni competir en elecciones: simplemente controlan la infraestructura sobre la que se construye la vida pública.

Bria llama a Europa a aprender la lección de Estados Unidos, donde el complejo tecnoautoritario ya ha privatizado la soberanía nacional y transformado el espacio público en un laboratorio de vigilancia y control. “Los tecnoautoritarios han pasado de cuestionar la democracia a construir su reemplazo”, escribe, advirtiendo que la batalla por el futuro político del mundo no se libra en los parlamentos, sino en los servidores y centros de datos donde hoy se define quién controla la verdad, la información y, en última instancia, la libertad.

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