Donald Trump regresó al poder como el primer presidente de Estados Unidos que abraza abiertamente el mundo cripto. Lo que en su primer mandato consideraba una “estafa” sin valor real, hoy es uno de los ejes de su política económica: reservas oficiales de bitcoin y activos digitales, legislación favorable y un relajamiento en la supervisión que ha impulsado una ola alcista en el mercado. Con información de Cinco Días.
Detrás de este viraje está la influencia de Silicon Valley y, sobre todo, la entrada de su propia familia al negocio. Eric Trump se ha consolidado como referente en el sector: se unió al consejo asesor de Metaplanet, una de las mayores tenedoras de bitcoin del mundo, y cofundó American Bitcoin, compañía minera que ya cotiza en Nasdaq tras su fusión con Gryphon Digital Mining. Paralelamente, busca expandirse en Japón para seguir acumulando criptomonedas.
Donald Trump Jr., por su parte, ha apostado en proyectos propios como la compra de 350.000 acciones de Thumzup, una empresa con pérdidas pero cuya meta es acumular bitcoin. Ambos hijos también participaron en el lanzamiento de World Liberty Financial (WLFI), plataforma cripto presentada en septiembre en Mar-a-Lago. WLFI emite la stablecoin USD1 y el token $WLFI, que pese a carecer de utilidad real de mercado, fue la puerta de entrada para los Trump al ecosistema.
Las alianzas de WLFI han levantado alertas. La compañía estableció vínculos con PancakeSwap, plataforma vinculada a Binance, lo que coincidió con la retirada de una demanda contra ese exchange por operar ilegalmente en EE.UU. Además, recibió una inversión de 1.765 millones de euros desde Abu Dabi, pagada íntegramente en USD1, y atrajo al polémico empresario chino Justin Sun como principal asesor e inversionista. Sun es señalado por el Tesoro de EE.UU. por facilitar transferencias de criptomonedas a grupos terroristas a través de su red Tron.
El resultado ha sido explosivo: en menos de un año, WLFI habría generado cerca de 4.500 millones de dólares, mientras Eric Trump impulsa públicamente activos como ethereum, con mensajes en redes sociales que han coincidido con repuntes del precio. Este poder de influencia presidencial y familiar sobre el mercado cripto alimenta temores de manipulación y conflictos de interés, con el riesgo de que pequeños inversores terminen apostando sus ahorros atraídos por el sello Trump.
Lo que para los Trump es una vía rápida de enriquecimiento, para analistas y reguladores es un terreno minado: la frontera entre política y negocios se difumina en un mercado volátil donde un simple tuit de Eric o un anuncio de la Casa Blanca pueden mover miles de millones.











