En medio de una economía desbordada por la inflación y la continua devaluación del bolívar, los venezolanos han encontrado en las criptomonedas, especialmente en las stablecoins como el USDT, un mecanismo de resguardo y supervivencia. El acceso limitado a dólares y la depreciación diaria de la moneda nacional han convertido a los activos digitales en una alternativa clave tanto para ciudadanos como para empresas. Con información de El Observador.
De acuerdo con el Índice Global de Adopción de Criptomonedas 2025 de la firma estadounidense Chainalysis, Venezuela ocupa el noveno lugar mundial ajustado por población, siendo el único país latinoamericano dentro de los primeros 20. En el ranking general por volumen de transacciones, se sitúa en el puesto 18, superada solo por Brasil (5) y Argentina (20) en la región.
La expansión del uso cripto no puede entenderse sin el contexto: a comienzos de 2025 el dólar oficial se cotizaba en 52 bolívares, hoy supera los 150. La inflación acumulada del primer semestre alcanzó 123%, según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que advierte sobre el impacto del financiamiento del déficit fiscal con emisión monetaria y la pérdida de confianza en la moneda.
Ante este escenario, las criptomonedas se consolidan como vía de ahorro, medio de pago y puerta de acceso a divisas. Usuarios como Carolina Villegas, ingeniera de sistemas, confirman la dinámica cotidiana: “Cuando me pagan en bolívares, rápidamente compro USDT porque mañana van a valer menos. Con ellos también recibo pagos del exterior y, cuando necesito bolívares, los vendo y me hacen un depósito en mi banco”. Plataformas como Binance permiten realizar estas transacciones en cuestión de minutos.
El sector empresarial también ha abrazado la tendencia. Las compañías recurren a operaciones over the counter (OTC) para mover montos superiores a 50.000 dólares, utilizando USDT para pagar importaciones, preservar capital y cubrir compromisos locales. En paralelo, crece la versión de que el régimen de Nicolás Maduro emplea criptomonedas para evadir sanciones y canalizar parte de los ingresos petroleros, vendiendo USDT a empresas privadas para aliviar la falta de divisas.
Un factor determinante es la brecha entre el dólar oficial y el llamado “dólar Binance”, que puede ser entre 30% y 40% más alto. Esta diferencia se ha convertido en el verdadero marcador económico: comercios y empresas calculan costos y fijan precios con base en la cotización cripto, acelerando el ajuste inflacionario.
La crisis del bolívar y el desplome de los ingresos petroleros han creado un terreno fértil para la expansión de las criptomonedas en Venezuela. Lo que comenzó como un refugio individual frente a la inflación se ha transformado en una práctica masiva que está reconfigurando la forma de entender el dinero en el país.











