El portal La Gran Aldea advirtió en un mensaje publicado en X que en Venezuela “el deporte dejó de ser solo pasión. Hoy es también una herramienta de poder, censura y lavado de imagen del régimen”. El señalamiento cobra fuerza a la luz de tres investigaciones que documentan cómo el fútbol, el béisbol y el baloncesto han sido cooptados por militares, empresarios aliados y funcionarios del oficialismo, desplazando la esencia competitiva y autónoma del deporte para transformarlo en un vehículo de control político.
Fútbol: poder político y negocios oscuros
En el caso del balompié, la Federación Venezolana de Fútbol (FVF) se encuentra dirigida por Jorge Andrés Giménez Ochoa, empresario sin trayectoria en el ámbito deportivo, cuya elección refleja la injerencia política en la institución. La investigación apunta a que clubes y estructuras de la FVF están permeados por empresarios cercanos al chavismo, militares y operadores políticos, en un esquema donde prevalece la lealtad al régimen sobre el mérito deportivo.
Béisbol: el uniforme del poder
El béisbol, deporte emblemático del país, también se encuentra atravesado por redes de influencia oficialista:
• Navegantes del Magallanes, presididos por Giuseppe Palmisano, figura vinculada al madurismo.
• Tigres de Aragua, bajo la influencia de Esteban Trapiello, cercano a Tareck El Aissami.
• Tiburones de La Guaira, adquiridos por el empresario naviero Wilmer Ruperti, aliado del régimen.
• Caribes de Anzoátegui, liderados por el exgrandeliga y exalcalde del PSUV Magglio Ordóñez, socio político de Tarek William Saab.
El artículo también señala el intento de intervención estatal en los Bravos de Margarita y recuerda las sanciones de la OFAC contra Magallanes y Tigres de Aragua (2019–2022). Además, expone cómo la creación de la Liga Mayor de Béisbol Profesional (LMBP) en 2021 derivó en equipos controlados por empresarios cercanos al poder, algunos de los cuales son señalados de utilizar estas franquicias como mecanismo de lavado de dinero.
Baloncesto: tablero de corrupción y control
En el básquet, la Superliga Profesional de Baloncesto (SPB) ha sido cooptada por dirigentes políticos y militares con historial represivo. Entre ellos figuran:
• Hanthony Coello, presidente de la Federación Venezolana de Baloncesto y diputado del PSUV.
• Alexander Granko Arteaga, coronel de la GNB y alto funcionario de la DGCIM, vinculado a los Gladiadores de Anzoátegui.
• Leonel García Rivas, jefe de Inteligencia de la PNB, con nexos en los Spartans del Distrito Capital.
• Juan Carlos Cuencas Vivas, magistrado suplente del TSJ, ligado a Centauros de Portuguesa.
• “Mimou” Vargas, diputado del PSUV y presidente de Frontinos del Táchira.
Uno de los símbolos más crudos de este control es la celebración de partidos oficiales en el gimnasio del Helicoide, sede del SEBIN y centro de detención y torturas, lo que expone la instrumentalización del deporte como propaganda autoritaria.
Una cancha tomada por la política
Los tres reportajes de La Gran Aldea evidencian que ningún espacio deportivo ha quedado libre: el fútbol, el béisbol y el baloncesto se encuentran en manos de militares, funcionarios y empresarios vinculados al régimen de Nicolás Maduro. El deporte, antes refugio de identidad y orgullo nacional, ha sido convertido en plataforma de poder, censura y negocios oscuros, como lo resumió el portal en su post de X: un terreno donde la política entró a la cancha “y no para jugar limpio”.
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