Ismael “El Mayo” Zambada, uno de los narcotraficantes más poderosos y longevos de México, se declara culpable ante un tribunal federal en Nueva York de los cargos que enfrenta, entre ellos narcotráfico, lavado de dinero y uso de armas. Con 77 años y un historial de más de medio siglo al frente del Cártel de Sinaloa, el capo cambia su estrategia después de que la Fiscalía de EE.UU. desistiera de solicitar la pena de muerte.
La declaración abre la puerta a un acuerdo con el que Zambada busca beneficios clave: evitar ser enviado a una prisión de máxima seguridad, reducir su condena o mantener un acceso más amplio a su familia. Su delicado estado de salud también pesa en la negociación.
Con este movimiento, Estados Unidos asegura bajo su control a los dos grandes jefes del Cártel de Sinaloa: Joaquín “El Chapo” Guzmán, condenado a cadena perpetua en 2019, y ahora “El Mayo”, entregado a las autoridades en julio del año pasado en circunstancias aún envueltas en misterio.
El juez Brian Cogan tiene ahora la tarea de fijar una sentencia, un proceso que podría tardar hasta seis meses dependiendo del valor de la información que Zambada entregue. La Fiscalía debe evaluar primero la relevancia de los datos aportados antes de recomendar una pena.
La decisión de “El Mayo” abre interrogantes sobre la estrategia estadounidense frente al narcotráfico: ¿qué busca Washington al negociar con los capos históricos? Hasta ahora, los mayores vínculos entre narco y política en México solo se han ventilado en cortes de EE.UU., como en el caso del exsecretario de Seguridad Genaro García Luna, condenado en 2024 a más de 38 años de cárcel.
La cooperación de Zambada, si se concreta, podría ser la pieza que falta para destapar secretos que por décadas permanecieron intocables.











